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Una intrusa en nuestro matrimonio



El 8 de diciembre del 2012 nos casamos, hicimos los correspondientes votos, entre ellos, “estar juntos en la salud y la enfermedad” y como una prueba de la vida a tan solo 6 meses de nuestro matrimonio una intrusa ruidosa irrumpió en nuestras vidas, teníamos amor, pero a mí la salud se me escapaba. Empezamos un largo viacrucis, citas médicas, exámenes, angustia, miedo y dolores, así trascurrían los días, la narrativa de nuestra vida cambió, nos encontrábamos escribiendo una historia que nunca imaginamos vivir. Caminábamos por laberintos desconocidos sin encontrar la salida.


Tú, mi Amor, tomaste mi mano desde el primer día hasta hoy, estuviste en cada tristeza, en cada agonía, en mis ruidos y silencios, en mi cielo y mi infierno, apagaste el incendio de mi alma. Silenciaste tus oídos a mis suplicas de libertad, te pedí entre lágrimas que te marcharas, mi barco se hundía y no te quería en él.


Había subestimado tu amor, te quedaste junto a mí, libramos la batalla juntos, no era mi mundo el que se derrumbaba, era el nuestro, ese que estaba severamente fracturado y lleno de matices grises por culpa de aquella extraña invasora de mi cuerpo.

Hoy, reviso mis recuerdos sin limpiarlos ni editarlos, esos que dejé en un oscuro laberinto llamado memoria, no los quemé ni los borré por duros que fueran y en cada uno de ellos estás tú, me sostuviste cuando la vida se empeñó en tumbarme, me apoyaste y amaste sin medida, me hiciste brillar en los días más oscuros, me hiciste múltiples transfusiones de amor, me disté fuerza cuando la mía se agotaba.


El 19 de marzo de 2015 después de una resonancia de más de 4 horas supimos el nombre y el apellido de la causante de tanta adversidad. Cuando me lo dijeron un torrente interno detuvo durante un micro segundo mi corazón, después te vi, estabas junto a mí, sosteniendo mi alma como en los años anteriores, reescribiendo el momento y haciéndolo feliz. Con una enorme sonrisa y los ojos inundados de amor, me abrazaste y susurraste en mi oído “Lo logramos mi amor, sabemos su nombre”.


A pocos meses de estar casados te mostré mi fragilidad y vulnerabilidad, esa que hasta ese momento ni yo conocía, y yo, conocí tu inmensa ternura y amor incondicional. Juntos conocimos el miedo y la tristeza profunda, pero también la felicidad absoluta.


Hoy después de casi seis años de estar diagnosticada y vivir algunas hospitalizaciones y recaídas del alma como consecuencia de los caprichos de la enfermedad, sigues cuidando mis días y mis noches, mis sueños y mis heridas. Sigues siendo mi fuente de amor inagotable.


Te amo por siempre.



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